Casi seis y media de la tarde. Llego tarde. El corazón me late a mil por hora; abro la puerta y el profesor S me reprocha de manera tal que la vergüenza me congoja hasta las venas. Me siento al ultimo, en un rincón. Mi sonrojo se convierte en enojo, y el enojo me obstruye el pensamiento, me limita la capacidad de prestar atención. Las excusas están de mas. No puedo discutir ante un hecho que en un 60% me inhibe la posibilidad de reprochar, porque la culpa al fin y al cabo fue mía. Pero yo tenia razón, si la tenia.
Gringo tenia que ser..